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Carlos Espinoza Avalos

Como llega la astronomía a México


Hacia finales del siglo XIX la astronomía tuvo cambios importantes en la forma de organizarse.

Dos razones importantes para ello fueron el aumento en el número de astrónomos en el mundo y en las posibilidades de comunicación entre éstos a través de libros, revistas, cartas y viajes.

Uno de los proyectos internacionales paradigmáticos de esa época y de ambas tendencias fue la observación del tránsito de Venus. El tránsito de Venus de 1874 fue un acontecimiento muy importante para los astrónomos en todo el mundo. La observación de este fenómeno debía permitir la medición precisa de la paralaje solar, a partir de la cual se podría determinar la distancia de la Tierra al Sol.

En esa época, en México no había astrónomos profesionales, y mucho menos observatorios astronómicos. Había, sin embargo, varios ingenieros geógrafos que conocían la cosmografía y la astronomía práctica necesarias para su trabajo. Seguramente también sabían algo de la otra parte de la astronomía, dedicada al conocimiento del universo.

Dos de estos ingenieros, Francisco Díaz Covarrubias y Francisco Jiménez, cabildearon durante dos años para obtener apoyo y poder ir a observar el tránsito de Venus al oriente lejano, donde sería visible. Finalmente, pocos meses antes de la fecha del tránsito, obtuvieron apoyo del gobierno del presidente Sebastián Lerdo de Tejada, conformaron una comisión de cinco astrónomos y emprendieron el complicado viaje a Japón.

En 1877 el ministro de Agricultura y Fomento, Vicente Riva Palacio, decretó la formación de tres observatorios nacionales, el Meteorológico, el Central (con propósitos geográficos) y el Observatorio Astronómico Nacional (OAN).

El Observatorio Astronómico Nacional fue inaugurado en 1878 en el Castillo de Chapultepec, ubicado en una colina muy cercana a la Ciudad de México.

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